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Érase una vez, en la encantadora ciudad de Dulcilandia, donde todas las casas eran de golosinas y las calles pavimentadas con caramelo, se avecinaba la noche de Halloween. En esta mágica noche, los niños de Dulcilandia se preparaban para una tradición única: en lugar de asustarse entre ellos, se contaban historias sobre el poder de la amistad y el amor. Este año, la historia estaba protagonizada por dos amigos inusuales, Luis y Sofía.
Luis era un niño radiante, siempre llevaba una sonrisa amigable y tenía un corazón tan dulce como el caramelo derretido. Por otro lado, Sofía era una niña luminosa, que siempre parecía tener un aura de luz a su alrededor. A pesar de su apodo de "fantasma", no era nada aterradora. De hecho, era muy tímida y amable.
La noche de Halloween se acercaba y todos estaban emocionados, excepto Sofía. A pesar de ser llamada "fantasma", nunca había logrado asustar a nadie. Cada vez que intentaba hacerlo, todos reían y decían: "¡Oh Sofía, eres demasiado dulce para asustarnos!" Esto siempre entristecía a Sofía, porque, aunque no quería asustar a sus amigos, deseaba ser parte de las festividades.
Luis, al notar la tristeza de Sofía, tuvo una brillante idea. "¿Y si, en lugar de asustar, haces reír a todos? Esa podría ser tu manera única de celebrar Halloween", sugirió Luis. Sofía estaba insegura, pero decidió intentarlo.
El gran día llegó. Los niños de Dulcilandia comenzaron a desfilar por las calles de caramelo, vestidos con sus brillantes y alegres disfraces. Se podían ver pequeñas princesas de regaliz, superhéroes de chicle y piratas de galletas, todos sonrientes y risueños. Y allí, en medio de la multitud, estaban Luis y Sofía, esperando su turno para compartir su propia celebración.
Cuando llegó su turno, Sofía salió adelante. En lugar de intentar ser aterradora, decidió hacer algo diferente. Comenzó a contar chistes, cada uno más gracioso que el anterior. Pronto, toda la multitud estalló en risas. Los niños se reían tanto que algunos incluso rodaban por el suelo de caramelo.
En ese momento, Sofía se dio cuenta de algo importante. No tenía que asustar a la gente para ser parte de la diversión de Halloween. Su bondad y humor eran sus verdaderos poderes, y eso era más valioso que cualquier truco de miedo.
Así, ese Halloween en Dulcilandia se convirtió en una celebración llena de risas y alegría, gracias a Sofía. Y a partir de ese día, la tradición de contar chistes en Halloween se convirtió en parte integral de las celebraciones en Dulcilandia.
Y la moraleja de la historia es que todos somos únicos a nuestra manera. No necesitamos asustar o hacer lo que hacen los demás para ser aceptados o amados. Nuestras diferencias, como el dulce humor de Sofía, pueden ser precisamente lo que nos hace especiales.
Y así, cada Halloween, los niños de Dulcilandia recordaban esta hermosa lección mientras se reían de los chistes de Sofía, abrazaban a sus amigos y se regocijaban en el amor y la amistad.
La noche de Halloween en Dulcilandia no era una noche de miedo, sino una noche llena de risas, dulzura y amor. Y aunque Luis y Sofía eran diferentes a todos los demás, eran tan parte de la fiesta como cualquier otro niño.
Desde entonces, todos los niños de Dulcilandia esperaban con ansias la llegada de Halloween, no para asustarse, sino para compartir risas y alegría con sus amigos. En el fondo, sabían que el verdadero espíritu de Halloween no estaba en los disfraces o los dulces, sino en la amistad, la aceptación y el amor.
Porque en Dulcilandia, Halloween no se trataba de miedo, sino de diversión y amistad. Y aunque cada año las caras y los disfraces cambian, el espíritu de la fiesta siempre permanece igual.
Así que, querido lector, la próxima vez que celebres Halloween, recuerda a Luis y Sofía. Y no olvides que no importa cuán diferente seas, siempre hay un lugar para ti en esta gran fiesta.
Y con eso, nuestra historia llega a su fin. Pero no te preocupes, porque en Dulcilandia, siempre hay una nueva aventura esperando a la vuelta de la esquina. Así que, hasta la próxima, mantén siempre la alegría en tu corazón, la risa en tus labios y el amor en tus actos. ¡Feliz Halloween!