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<title>Reportaje 2 | Los nuevos habitantes de la España Vacía</title>
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<h1>Los nuevos habitantes de la España Vacía</h1>
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</div>
</div>
</div>
<div class="container">
<article class="box-article">
<h2>El tabaco y los marroquíes de Talayuela</h2>
<hr>
<small class="autor">Pilar Crespo y Diego Ramírez</small>
<p>
Talayuela es un pueblo rodeado de charcas y quebradas en el norte de la provincia de Cáceres. El agua
proviene del Tiétar, el río que baña toda la comarca, y que en otros pueblos cercanos deja a
su paso piscinas naturales y turistas. Pero en Talayuela no hay ni piscinas naturales ni turistas,
las cosas que llaman la atención son otras. Lo primero, un intenso –aunque breve– olor a tabaco
al entrar al pueblo, y lo segundo, los pequeños grupos de hombres marroquíes charlando a lo largo
de toda calle principal.
</p>
<p>
Lola Dávila y Abdelaazid Zaghzagh son vecinos de Talayuela y compañeros de trabajo desde hace más de
diez años. Ambos trabajan en el pueblo, en una ONG llamada la Liga Española de la Educación,
y conocen perfectamente la relación que existe, desde finales de los años 80, entre el tabaco
y la población marroquí en Talayuela.
</p>
<div class="img-container derecha">
<img class="img-common" src="images/reportaje2-foto1.jpg" alt="Plantación de tabaco">
<small>Tabaco recién plantado a la entrada del pueblo de Talayuela.</small>
</div>
<p>
Talayuela es el epicentro de la mayor zona de producción de tabaco de España. Lola nos explica cómo durante
los años 80, por instrucción de Bruselas, hubo que reconvertir el cultivo de tabaco negro a tabaco
rubio (Virginia), y cómo eso supuso enormes cambios para los cultivadores. El tabaco negro, una
vez que ha crecido todo el palo, simplemente se corta y se deja secar. El rubio no, el Virginia
se va sacando desde abajo, hoja por hoja, según va madurando, y hoja por hoja se pone a secar.
No había gente suficiente para ese trabajo. En las dos primeras campañas tras el cambio llegaron
algunas personas de Portugal y del Este de Europa, pero eran pocos, y ya en el año 91 llegaron
los primeros grupos de trabajadores de Marruecos. Al año siguiente llegaron más, y así sucesivamente
durante varios años hasta que Talayuela se convirtió en uno de los municipios de España con mayor
proporción de población marroquí. Hoy el pueblo tiene 7.370 habitantes, y el 24% de ellos –unas
1800 personas– han nacido en Marruecos.
</p>
<p>
Al principio, de Marruecos venían hombres solos. Vivían dentro de las fincas de tabaco, en espacios comunes
y generalmente mal acondicionados. Una vez a la semana caminaban hasta el pueblo para comprar
la comida. Cuando acababa la temporada volvían a Marruecos. Con precontrato para ellos y para
otros más que quisieran trabajar al año siguiente. Por eso casi todos son del mismo sitio, de
cerca de un pueblo llamado Taourit, en la provincia de Oujda, una región agrícola y pobre, en
la frontera con Argelia.
</p>
<p>
El tabaco no es el único cultivo de Talayuela, en la zona también hay una importante industria del espárrago.
Ambos cultivos tienen campañas de recolección diferente, así que, si el clima no lo estropea,
puede haber trabajo para casi todo el año.
</p>
<div class="img-container izquierda">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto2.jpg" alt="Trabajadores en los regadíos de la comarca. ">
<small>Trabajadores en los regadíos de la comarca.</small>
</div>
<p>
Lola cuenta que la población marroquí comenzó a establecerse de manera permanente en el pueblo a finales
del año 98 o 99. Las mujeres y los niños llegaron en cuanto los hombres cumplieron con la legislación
para el reagrupamiento familiar: dejar las fincas, alquilar o comprar una vivienda adecuada en
el pueblo y solicitar la escolarización de los niños.
</p>
<p>
La prensa comenzó a hablar “del milagro de un pueblo cacereño” o “la Babel extremeña de la tolerancia”,
aunque Lola y Abdelaaziz nos confiesan que en la zona mucha gente, entonces y ahora, habla de
Talayuela simple y despectivamente como “el pueblo de los moros”.
</p>
<p>
Abdelaaziz también comenzó trabajando en el campo, pero luego aprendió de manera autodidacta artes gráficas
y se dedicó un tiempo a ello, antes de comenzar a trabajar en la ONG la Liga de la Educación,
como profesor dentro del aula de alfabetización y español para extranjeros. Abdelaaziz no es
de Oujda, él nació cerca de las montañas del Atlas, y en Marruecos se licenció como profesor
de inglés.
</p>
<p>
El profesor nos explica que en otras zonas de España, la gente que ha llegado desde Marruecos son personas
en edad de trabajar y solteras, que están dispuestas a hacer lo que sea necesario para aprender
y para integrarse; pero que en Talayuela han venido las familias completas, incluyendo a las
madres y los abuelos, y que eso lo hace todo más difícil porque la gente de más de 50 o 60 años
no se plantea aprender español o cosas nuevas. En Talayuela, rodeados de familia, con una mezquita
y varias tiendas árabes, pueden vivir de la misma manera que vivían en Taourit.
</p>
<div class="img-container derecha">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto3.jpg" alt="Población marroquí en la comarca ">
<small>Población marroquí en un pueblo de la comarca.</small>
</div>
<p>
Contrariamente a lo que se pueda pensar, los principales problemas se dan dentro de la propia comunidad
marroquí. La falta de apertura de los mayores se traduce en control y en tensión con los jóvenes.
Abdelaaziz explica que en la zona de Taourit la gente vive en el sistema tradicional de tribus
donde la palabra del patriarca o matriarca es muy importante. Hay jóvenes marroquíes que han
podido hacerle entender a sus madres que ciertos cambios eran para bien y las familias se han
abierto poco a poco, otros aún no lo han conseguido.
</p>
<p>
“Aprender el idioma es la clave, es la herramienta básica para la integración” cuenta Abdelaaziz, “pero
cuando yo empecé a dar clase de español las mujeres no venían”, y “aún hoy tenemos que tener
las clases separadas por sexos”, lamenta el profesor.
</p>
<p>
En la cultura tradicional marroquí la casa es el espacio para la mujer, y la calle el del hombre. Por
eso los hombres pasan las horas muertas fumando y jugando a las cartas en el bar, o charlando
en pequeños grupos en la calle principal.
</p>
<p>
Marie Anne Bachri, que ha venido con su hija a ver a Lola para pedirle ayuda con un trámite, lo explica
muy bien a pesar de sus dificultades con el español:
</p>
<div class="img-container izquierda">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto4.jpg" alt="Mujeres marroquíes ">
<small>Mujeres marroquíes pasean por Navalmoral de la Mata, un pueblo cercano a Talayuela.</small>
</div>
<p>
- Yo salgo a clases de español, al correo, al banco, al instituto de los niños… y hay otros que van a
buscar a mi marido y le cuentan que voy y vengo, pero mi marido siempre dice: “Es mi mujer, déjala
tranquila. Yo sé todo de mi mujer”.
</p>
<p>
Marie Anne es una mujer alta y delgada, vestida elegantemente con un largo vestido y un hijab del mismo
color. Tiene 36 años y tres hijos, los dos primeros nacieron en Marruecos, la última ya en España.
Su marido primero migró a Francia y luego llegó a Talayuela, ya pasados aquellos primeros años
en que la población extranjera se disparó. En 2005 consiguió regularizar su situación y agrupar
a la familia. Talayuela no es la gran ciudad que Anne Marie imaginaba antes de llegar, pero no
le importó, era feliz porque al fin volvían a estar todos juntos tras cuatro largos años de separación.
</p>
<p>
Su hija mayor, Inass, es buena estudiante. Inass tiene 18 años, viste pantalones, un moño alto y despeinado
a la moda, y habla con un marcado acento extremeño. Nos cuenta que llegó con once años, sin saber
leer ni escribir español, y que le costó mucho, pero que con la ayuda de sus profesores salió
“pa alante”. El año pasado sacó cuarto de la ESO y ahora está haciendo un módulo de atención
a personas dependientes. A muchas de sus compañeras marroquíes en el instituto les pasa que en
cuanto cumplen 15 o 16 años se casan y ya no siguen estudiando. También muchos chicos abandonan
los estudios.
</p>
<p>
“Aquí muchas familias no tienen claro que el futuro de sus hijos pase por tener unos títulos, y entonces
no los empujan”, puntualiza Lola.
</p>
<p>
Para Inass, el problema más importante es otro: “Muchos niños y niñas de mi edad piensan que vinimos
aquí a quitar trabajo. Lo escucho y me lo dicen en la cara, y eso me duele un poco, intento decirles
que no hemos venido a quitar trabajo ni ocupar un territorio sino a buscar un sitio para vivir
mejor y tener un mejor futuro”, explica. Por eso en su clase han hecho un corto contra la discriminación,
en el que ella hace de enfermera, y lo han subido al Youtube.
</p>
<div class="iframe-video">
<iframe width="560" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/qMLa1ynEzEo?rel=0?ecver=1" frameborder="0"
allowfullscreen></iframe>
<small>Cortometraje realizado por jóvenes de Talayuela para luchar contra la discriminación.</small>
</div>
<br>
<hr>
<p>
A las siete de la tarde termina el rezo, y los hombres vuelven a sus casas tan silenciosamente como han
llegado. Yahya Benaouda, el director de la Asociación Cultural Islámica Ann Nur (“La Luz”) y
Mohamed Manzaoura, el imán, nos reciben en la Mezquita con té, dátiles y galletas, como marca
la hospitalidad árabe. La Mezquita Ann Nur ha sido, por el momento, el primer y único episodio
público de desencuentro en Talayuela. Tras años usando un antiguo almacén, la comunidad marroquí
compró un solar abandonado en una de las calles del pueblo, consiguió los permisos y comenzó
con la construcción, pero un grupo de vecinos recogió firmas, se manifestó enfrente del ayuntamiento
y consiguió que durante unos meses se paralizasen las obras. Entre unos problemas y otros, la
mezquita tardó varios años en construirse.
</p>
<p>
Yahya y Mohamed tienen ciertas dificultades a la hora de expresarse en español, así que Fati Tebbai,
un “joven ciudadano”, ayuda con la traducción. Los mayores hablan del trabajo, de cómo siempre
se les acusa de ser los ser responsables de la bajada de los jornales en el campo, cuando en
realidad ellos llegaron a hacer un trabajo que los españoles ya no hacían porque consideraban
que estaba mal pagado. En el campo se trabaja por cuadrillas, cada propietario tiene a su gente
y la llama fielmente cada temporada. “Hasta que llegó la crisis”, dice Yahya. “Entonces la fidelidad
de más de 15 años de trabajo continuado, en el frío o en el calor, no sirvió de nada”, traduce
Fati. Los propietarios dejaron de llamar a los marroquíes y le dieron el trabajo a sus familiares
desempleados, los mismos que, según explican, antes no querían trabajar con ellos porque en la
construcción se ganaba más.
</p>
<div class="img-container derecha">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto5.jpg" alt="Mezquita de Talayuela">
<small>Mezquita de Talayuela.</small>
</div>
<p>
El trabajo y el idioma. Fati se enciende y nos explica que siempre les dicen que la clave es aprender
bien español, pero critica que las ONG en Talayuela siempre dan los mismos cursos de alfabetización:
“Siempre las frutas y las verduras, siempre las frutas y las verduras, no hay seriedad con los
diferentes niveles, es una manera de sacar dinero de la Junta y ya está”. Y luego también explica
que en otros lugares como Francia o en Bélgica, donde muchos jóvenes marroquíes van a trabajar,
puedes aprender la lengua nivel a nivel, y al final obtienes un título oficial.
</p>
<p>
Lo de los niveles coincide con algo que nos decía Abdelaaziz Zaghzagh. El profesor nos contaba que él,
a pesar de su nivel de formación, también tuvo que empezar desde el principio como todos los
demás, y que ese sistema no podía ser.
</p>
<p>
Sobre el trabajo –el tema que más preocupa a Yahya y Mohamed–, todos los años se escucha lo mismo: que
Bruselas va a bajar las primas y que ya no será rentable plantar tabaco. Pero al profesor Abdelaaziz
le parece más preocupante el hecho de que las cooperativas de la zona se hayan juntado para comprar
maquinaria. Máquinas para plantar y para cosechar que con solo un par de operarios pueden hacer
el trabajo de todos, y no solo para un propietario, sino para varios.
</p>
<div class="img-container izquierda">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto6.jpg" alt="Secaderos de tabaco">
<small>Secaderos de tabaco en la zona de Talayuela.</small>
</div>
<p>
“Los marroquíes están acostumbrados a las temporadas y a moverse, a Huelva, a Jaén, a Francia y Bélgica
si consiguen la nacionalidad. Yo creo que a los autóctonos les va a afectar más”, sentencia.
</p>
<div style="clear:both"></div><br>
<hr>
<p>
Navalmoral de la Mata, a 16 kilómetros de Talayuela, es el pueblo más grande de la zona y en él se encuentra
una de los centros de Cetarsa, la Compañía Española de Tabaco en Rama, donde se procesan parte
de las hojas que se recogen en Talayuela.
</p>
<p>
Rafa –no me quiere decir su apellido–, desafortunadamente, no trabaja en Cetarsa. Me cuenta que la empresa
solo emplea a españoles, pero que ya tiene una plantilla de trabajadores fijos discontinuos y
que allí no hay oportunidad para la gente joven como él.
</p>
<p>
Rafa trabajó seis años como encargado de un almacén de construcción en Navalmoral, pero con la caída
del ladrillo a su jefe le fue mal y él perdió el trabajo. Después de eso fue a apuntarse a la
lista de empleos –pintores, jardineros, etc– que ofrece el Ayuntamiento de Navalmoral, pero allí
le dijeron que lo tenía difícil porque primero van los marroquíes, luego los nacionales con cargas
familiares y después los españoles por antigüedad de empadronamiento. “Todas las ayudas son para
ellos, aquí somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a ellos y no al revés”, afirma. Y me
cuenta que por eso cuando llegó la crisis y la gente empezó a pasarlo mal le hacían fotos a los
jardineros marroquíes, “que estaban descansando sin hacer nada”, y las subían a la página de
Facebook del ayuntamiento.
</p>
<div class="img-container derecha">
<img class="img-common " src="images/reportaje2-foto7.jpg" alt="Trabajadores plantando pimientos">
<small>Trabajadores plantando pimientos en la zona de Talayuela.</small>
</div>
<p>
Rafa trabaja ahora en la recepción del Hotel Moya de Navalmoral, primero entró por vacaciones del personal
y ahora ha conseguido cubrir una baja. Cuando se acabe no sabe lo que hará.
</p>
<p>
Marie Anne Bachir, después de ocho años viviendo en Talayuela, no sabe si se quedará en el pueblo. Su
marido pasa ahora cuatro meses al año fuera de casa: dos en Huelva en la recogida del melocotón
y dos en Jaén con la aceituna. Su marido dice que en Huelva podrían encontrar trabajo todos,
así que cuando Inass termine de estudiar es posible que se marchen para allá. Quieren trabajar,
solicitar alguna ayuda, ahorrar, como los demás, para poder construirse una casa de Taourit,
y tener su propio espacio cuando vayan de vacaciones.
</p>
<p>
Lola y Abdelaaziz nos contaban que, dentro de la comunidad marroquí, estás valorado no por cómo vivas
en España sino por el tipo de casa que puedas construirte en Taourit.
</p>
<p>
En La Tabla, uno de los bares de Talayuela, la camarera –Reyes–, nos cuenta que lo más triste es cuando
los padres les dicen a sus hijos que entreguen las invitaciones de cumpleaños fuera de clase,
para que así no tengan que invitar a sus compañeros marroquíes. David Fernández, un joven ascensorista,
mientras se toma una Coca-Cola nos habla de la triste historia de amor de su amigo Hazi –que
se enamoró de una española pero al que su familia obligó a casarse con una marroquí y ahora está
divorciado–, y del bar que acaban de abrir Cristina y Sara en un pueblo cercano. El único ejemplo
de negocio compartido entre marroquíes y españoles que conoce en toda la zona casi veinte años
después de que llegaran los primeros migrantes.
</p>
</div>
</div>
</article>
</div>
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<footer>
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